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Lo deploro

Un tanque es la mejor solución.

Monthly Archives: November 2012

Está claro que hay veces que las cosas malas vienen en pareja. Así, igual que para que haya un director de escena estafador ha de haber un director de teatro jeta que le contrate, e igual que detrás de todo personal trainer ha de haber un incauto que le dé su dinero, el binomio del oprobio se da también en las elecciones con el tándem encuesta-analista.

Acabamos de ver el sapiazo que se han dado las encuestas con las elecciones catalanas. No es precisamente la primera vez que se lo dan. Entonces ¿por qué se sigue pagando a estos tíos para que hagan pronósticos que no se cumplen? Vemos que fallan hasta en los sondeos a pie de urna, prueba de que la gente no se fía de ellos. Pues oye, si no das ni una y la gente no confía en tí… eso tiene un nombre.

Fátima Báñez

Y luego están los analistas, gente que se parece a los antedichos personal trainers o a los coach ésos en algo fundamental: no saben hacer nada útil, carecen de talentos o de aptitudes provechosos para la sociedad, y por ello se dedican a la estafa y al engaño. Y ya sé que tú conoces a uno en concreto que es muy bueno, pero eso no me vale; es la profesión la que está podrida.

Por ejemplo, me consta que este anisakis es una excelente persona, y no por ello deja de ser un repulsivo parásito

Pero lo que hace a los analistas más nocivos que los parásitos normales es su facilidad pasmosa para cambiar su discurso segundos después de que la realidad demuestre que estaban equivocados. Así, un jeta de estos que antes de las elecciones había construído su discurso sobre la hegemonía de CiU, hoy puede estar hablando alegremente de cómo ERC ha ganado porque es el original frente a la copia. Como si nada, tú; como si el lo hubiese visto venir desde el año 2005.

Ya entonces había pruebas de que Mas no era el verdadero Mesías

Y ahora, al fondo del asunto ¿Por qué nos dejamos estafar una y otra vez por encuestadores y analistas? Pues porque no se les exige responsabilidades por sus fracasos. Pero para encontrar soluciones, como siempre, podemos recurrir al ejemplo de los antiguos, que sí sabían ajustarle las cuentas a la gente por sus cagadas.

El equivalente a los encuestadores en la Antigüedad clásica eran los adivinos ¿no? Pues se podría seguir el ejemplo del cónsul Claudio Pulcro, que quería luchar contra los cartagineses y ordenó la preceptiva adivinación previa a la lucha; cuando le dijeron los adivinos antes de la batalla que los pollos adivinatorios no querían comer, resolvió el problema tirándolos al mar al grito de “¡Pues veamos si quieren beber!”. El error que cometió este ilustrado prohombre es que echó al agua a los pollos, en vez de a las personas. Cambiemos eso.

¡Hala, demoscopias! ¡A ver si aciertas el porcentaje de posibilidades de que te ahogues!

¿Y qué decir de los analistas, esos que cambian sus diagnósticos a medida que la realidad les demuestra sus errores? En ese caso habría que actuar como Perseo, último rey de Macedonia. A este señor, cuando había sido derrotado ya por los romanos, le vino un amigo a enumerarle todos los errores que había cometido. Así que el rey, diciéndole “traidor, así que has esperado para decírmelo ahora que no hay remedio”, se lo cepilló.

Conviene aclarar, dado que hablamos de la Antigüedad clásica, que en este caso “se lo cepilló” quiere decir que lo mató

Con estas recetas estoy convencido de que sólo se publicarían encuestas y análisis fidedignos. Es decir, ninguno. Qué descanso, oye.

– Deploreibol

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El otro día me pasó una cosa que hacía tiempo que no me ocurría y que me revienta: hablando sobre un tema, mi interlocutor me dijo que había un libro muy a la sazón de lo que estábamos hablando que me iba a gustar y que me lo iba a traer. No me apetecía nada, pero como estas amenazas no se suelen cumplir, me quedé tranquilo. Pero no contento con amagar, al día siguiente fue y me lo trajo. Ahora, de vez en cuando, me pregunta “¿qué tal el libro?”, con lo que me veo obligado a sonreír e inventarme alguna cosa, porque a pesar de que lo he intentado es que NO ME APETECE NADA LEER EL PUÑETERO LIBRO.

No quiero parecer ingrato, pero el presumir que a otra persona le gusta un libro y además traérselo es una imposición acojonante. Es obligarle a dedicar tiempo (cuanto más gordo, más) a una actividad que puede no gustarle nada. Vamos, es como encalomarle un trabajo tedioso, solo que sin pagarle un sueldo a cambio.  ¿Le harías tú esa cabronada a un amigo?

“Oye, como somos tan colegas, te voy a imponer la obligación de cavar una zanja acojonante. Y que sepas que después de dedicar 8 horas a esta ingrata tarea no voy a tener la decencia ni de invitarte a una caña. ¡Que lo disfrutes, amigo!”

Por mi experiencia la lectura es una cosa muy íntima, que depende no sólo de tus gustos objetivos, sino de lo que te apetezca leer en cada momento, lo que complica muchísimo las posibilidades de dar en el clavo al prestar un libro. Así que, por ejemplo, a un fanático de Nietzsche le puede dar por leer en un momento dado las novelitas éstas de vampiros de Crepúsculo. Parece raro, pero es posible.

Después de todo, el propio Nietzsche escribió un fanfic sobre las aventuras de Edward y Bella

Así que no hay que conocer sólo qué  le GUSTA leer a una persona antes de enjaretarle un libro, sino también qué le APETECE leer. Muy poca gente tiene el suficiente grado de intuición necesario para acertar hasta ese nivel incluso con un amigo muy cercano, así que por eso yo procuro no dejar libros si no me los piden, y si lo hago desde luego no voy hostigando al receptor cada dos semanas con un “¿qué tal vas con el libro?”

“Pues oye, muy bien, me está resultando de lo más entretenido”

– Deploreibol

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Llevo tiempo queriendo escribir sobre cómo los directores de escena modernillos están destruyendo la ópera con sus chorradas pero no encontraba ocasión, porque es un tema muy manido y porque, como no pongo un pie en el Teatro Real, me ahorro muchos disgustos. Pero llevaba una semana y pico muy cansada, quería empezar el sábado bien y me puse para ello un DVD de una Traviata, y lo que ví en él ha terminado por hincharme las pelotas.

Ésta

Es una Traviata a priori muy buena, con Anna Netrebko y Rolando Villazón, pero te saca todo el rato de la ópera la basura de puesta en escena y la dirección de los cantantes. Quede dicho que yo no soy un retrógrado que rechace por principio las adaptaciones modernas, pero como hay cien malas por cada una buena, y además las malas comparten muchos rasgos comunes, utilicemos esta Traviata en concreto para ilustrar por qué los directores de escena deberían ser declarados alimañas nocivas para la humanidad y cazados hasta la extinción.

1- Simbolismo ridículo

Si hay algo que me pone enfermo es que un listillo se crea que el resto del mundo es tonto y que su misión en la vida es explicarnos a los demás las grandes verdades mediante símbolos estúpidos. Como los directores de escena modernos son listillos por definición, las óperas en las que ponen sus zarpas están llenas de metáforas, prosopopeyas y metonimias innecesarias.

Ejemplo. La Traviata es una muchacha que sabemos que está enferma desde el comienzo de la ópera; ella misma dice en el segundo acto que no le queda mucho tiempo de vida. A pesar de todo, el director de escena de esta Traviata ha decidido que nos va a subrayar este aspecto, por si acaso no queda del todo claro que esta chica va a palmar más pronto que tarde. Y uno se pregunta ¿Qué sutil recurso escénico empleará para trasladar este mensaje?

TIC – TOC

Bravo. Es verdaderamente necesario contratar a un genio para esto. Porque esa es otra; estos directores de escena que van de listos cuestan una pasta, lo que nos lleva al punto 2…

2- Minimalismo insultante

Oye, me dirá alguno ¿qué hay de malo en el minimalismo? Pues nada, aparte de que está más pasado que la Falange y de que no va bien con un espectáculo como la ópera, en la que el creador deja normalmente unas instrucciones bastante precisas de cómo representar su obra. Insisto en que no me parece mal tratar de innovar, pero una cosa es innovar y otra es poner una mierda de pared blanca como fondo, vestir a los cantantes de traje y decir que eso es una puesta en escena, como suele pasar en las producciones actuales.

Y eso es lo que pasa con esta Traviata. Veamos. Para el primer acto, Verdi dice: “Saloncito en casa de Violetta”. Pero nuestro director de escena intepreta:

“Pared blanca”

En el caso del segundo acto, al autor de la ópera le parece que hay que ambientarlo en una “casa de campo cerca de París. Gabinete en la planta baja”. Pero el genio del escenarista tiene una idea mejor:

“Pared blanca y tres sillones de Ikea”

Y para el tercer y último acto, al mayor compositor italiano de la Historia le parecía conveniente ambientarlo en “el dormitorio de Violetta”. Pero el genio quizá mayor de Willy Decker pensó que, oye, aún mejor sería…

“La misma puta pared blanca”

Es la misma, os lo juro; parece azul, pero es por los focos. En las dos horas y pico de ópera, el decorado es todo el rato una pared blanca.

Y lo que más me jode de todo no es la tomadura de pelo del decorado; es la pasta. Porque estos escenaristas no son baratos, así que lo que antes se gastaban los teatros en trajes y decorados ahora ya sabes dónde va: al bolsillo de estos jetas. Cojones, si vas a representar una ópera con trajes de calle y contra una pared blanca, que la pasta se la den a una ONG o algo, no a un caradura.

3- Cambiar a los personajes

A estos mamones de directores de escena no les vale el genio combinado de Giuseppe Verdi y de su libretista, Francesco Maria Piave, a la hora de crear personajes. No, ellos tienen que añadir algo de su cosecha, y meter personajes mudos que no existen en el libreto, o poner en escena a personajes cuando no les corresponde, o trastocar las escenas, todo para que se vea que tienen un talento acojonante y que son más listos que el compositor y que siglo y medio de tradición musical y escénica.

En el caso que nos ocupa, el Decker éste mete a la soprano en una escena en la que no tenía que estar, de forma que, cuando el tenor le dice al ama de llaves “que la señora no se entere de esta conversación”, no se entiende por qué no le responde…

“La señora se ha enterado de todo porque la tienes delante, gilipollas”

Y luego está lo del travesti. Ópera con puesta en escena moderna que veo, ópera en la que sale un travesti. Me parece muy bien el travestismo, ojo. Yo solo digo que habría que probar alguna otra cosa, a lo mejor, porque siempre lo mismo es un rollo. Yo supongo que lo ponen para epatar y dar que hablar, pero no parecen darse cuenta de que un travesti ya no escandaliza a nadie, que ya no vivimos en los 50.

Que estamos en el sigo XXI, hombre. Todos nos hemos vestido alguna vez de mujer en una fiesta con enmascarados.

Pues si le sumas a todo lo dicho otras mamarrachadas, como sacar a los cantantes en ropa interior o hacer que se magreen todo el rato, tienes una Traviata muy buena musicalmente pero deplorable escénicamente, con lo que la nota conjunta es que “bah”. No sé dónde vamos a parar. A ver si aprendemos ya que hay profesiones que hay que tomar en serio (como la de músico, en la que el talento, el estudio y el esfuerzo son fundamentales) y otras que están compuestas casi exclusivamente por farsantes, porque no hace falta más que jeta, contactos y buena suerte para prosperar en ellas (por ejemplo, la de director de escena y los que se dedican al coaching y esas coñas). Si quieren recuperar el prestigio de su profesión, ya se lo pueden currar los directores de escena. A ver si, mientras tanto, no acaban de hundir la ópera.

– Deploreibol

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Seguro que os ha pasado: tú vas andando tranquilamente por la calle o por un pasillo, marchando en línea recta con intención de llegar pronto a tu destino, y de repente ¡paf! te pegas una leche contra un tarugo que se ha quedado parado delante tuyo sin avisar y sin ningún motivo. Odio esta movida.

Afortunadamente, me dí cuenta justo antes de subir este post de que “Odio a los que se quedan parados” no era el título más feliz.

Atención, que lo que me enerva es la gente que se para de pronto SIN RAZÓN. No hablamos aquí de los que se detienen antes de cruzar una calle por la que pasan coches, o cosas así: son los bobos a los que, por algún motivo, se les olvida que iban andando y se quedan quietos.

Esto pasa mucho al cruzar umbrales: al entrar en una cafetería, o al salir de un ascensor, es frecuente que tenga delante algún imbécil que da dos pasos y se queda como un pasmarote delante de la puerta, mirando a su alrededor como si lo que viese fuese algo sorprendente e insólito.

Ante esta situación, el comportamiento adecuado de un caballero bien educado es encogerse de hombros y proseguir, mientras anda, con la lectura del Financial Times.

Yo me pego buenas leches con esto, porque ando muy rápido; un rasgo evolutivo habitual entre los que hacemos vida en el centro de Madrid. Y es que éste es un lugar en el que si te quedas quieto un segundo empiezan a converger sobre tí locos contándote alguna movida, gente que pretende que dones dinero a alguna ONG, camareros que quieren meterte en algún restaurante, personas que te dan papelitos encomiando las virtudes de algún negocio cercano, mendigos pesados, perroflautas de esos que se acercan con mucha labia a ver si les echas algunas monedillas… En definitiva, pelmas que quieren tu dinero. Debe ser por la influencia espiritual del ministerio de Hacienda, que está ahí mismo, en Alcalá 9.

“Qué pasa, chavalote ¿Me echas una libra, para los Presupuestos? No te pongas tan serio, regálame al menos una sonrisa. Hale, hasta luego, simpático…”

Bueno, que yo ando muy rápido, y por eso me trago cada dos por tres a uno de éstos que se para de pronto a mirar a las musarañas. Y lo que más me molesta es que parece que el que anda es el que tiene la culpa, y tiene que pedir perdón. ¿No te jode? Pero que no se diga que uno no es educado:

“¡Oh! ¡Lo siento mucho! Siento verdaderamente que haya gente que tiene una tara cerebral tan grande que le impide pensar y andar al mismo tiempo, y que por ello se para súbitamente sin respetar a la gente que lleva detrás. Tome, como desagravio déjeme que le transmita toda la energía cinética que llevaba en mi paseo, y que usted puede emplear ahora para aproximarse rápidamente al asfalto”.

– Deploreibol

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Ahora que vuelve el frío y hay que desempolvar los ropajes invernales, quiero llamar vuestra atención sobre algunos abrigos que deploro profundamente. Da la casualidad de que son todos cortes a la inglesa, por lo demás una nación con un gusto irreprochable en moda. Quien sabe, quizá soy muy plebeyo y no aprecio la belleza de estas prendas, pero decidme si no tengo razón con estos tres horrores de la Pérfida Albión (los pongo en orden de creciente deplorabilidad):

1- EL ABRIGO ACOLCHADO

Es el que sería un abrigo o una chaqueta normales, si no fuera porque recuerda a un colchón. Tan sencillo, y tan horrible, como eso.

Y me diréis: “eh, a ese chico no le queda tan mal el abrigo”. Ya, pero da la casualidad de que este chico es modelo, y está vendiendo esta prenda para su cliente natural: el muchacho JASP que va por la calle con los papeles del trabajo y el móvil así en la mano, porque está en el distrito de negocios de la ciudad, y va a cruzar la calle que separa la consultora internacional en la que trabaja de su agente de bolsa. En ese extraño ambiente, a lo mejor un abrigo que recuerda a un colchón es estético. En el planeta en el que vivimos el común de los mortales, esta prenda dejó de ser ‘lo más’ hacia la época de la Tercera Cruzada.

“¡Carlomagnín, haz el favor de quitarte eso, que pareces un lombardo! Este crío nunca llegará a nada…”

En general, desaconsejo todo tipo de vestimenta acolchada. Son las típicas prendas que le hacen formularse a tu interlocutor extrañas preguntas en su cabeza, como por ejemplo si tienes un nido de ardillas dentro de tu camisa…

Si la respuesta es “sí”, lo lleva con encomiable resignación

2- EL ABRIGO TIPO BARBOUR

Vamos a ver, porque como no hay forma delicada de decir esto, tengo que ponerlo así, a capón: este abrigo APESTA. El algodón ése tratado con ceras especiales será cojonudo para soportar las inclemencias del tiempo y de las plantas espinosas del boscaje británico, pero huele… huele… ¿Cómo describirlo? Vamos a intentarlo.

Imagínate la tienda de campaña en la que vivía Gengis Khan, hecha de pieles de carnero sin curar. Imagínate que un día llueve y esa tienda se cala. Imagínate que los lacayos del general mogol la desmontan y la van a meter en su caja así, sin secarla antes, pero entonces el Gran Khan les detiene: tiene un picor en sus magníficos genitales. Imagínate que el gran Gengis se pasa entonces esa tela de tienda húmeda por la entrepierna para aliviarse el escozor, y entonces dice “guardadla”. Imagínate esa tela basta mojada y genitalizada macerando durante ochocientos años en una caja. Imagínate que un día, en un desván, te encuentras esa caja olvidada y la abres, respirando a pleno pulmón. PUES ASÍ HUELEN ESTOS ABRIGOS.

Tan lejos, y a la vez tan cerca

Quizá la teoría que defiende que muchos de nosotros somos descendientes de Gengis Khan explique por qué se tolera este tipo de hedor en las sociedades presuntamente civilizadas: oler un abrigo de estos nos trae una memoria ancestral de nuestros antepasados, concebidos cuando el pueblo mogol extendía junto con su imperio, su semilla (ejem). Pero el caso es que, especialmente en un día de lluvia, estar al lado de un tipo que lleva este abrigo es un espanto. Otra cosa es si te gusta o no el corte. A mí no, por cierto.

Dos actividades que no me pillaréis haciendo: cazar y llevar un abrigo que huele a tela mojada y a huevos de Gengis Khan

3- EL ABRIGO DE SOLAPAS

Éste es el que se lleva el gordo. De nuevo, me faltan palabras para describirlo. Les advertimos de que la imagen que viene a continuación puede dañar su sensibilidad estética:

Oye, es que esta lo tiene todo: cortita, estilo torero; acolchada y… Dios… las solapas ¡Las solapas!

Vamos a ver ¿Para qué sirve esto? Siendo tan corta, no protege del frío ni ná, y… ¡Las solapas! ¿Para qué son? Al principio pensé que estaban inspiradas en los chalecos salvavidas o algo así (rollo británico, tributo a la Royal Navy y tal), pero cuanto más vueltas le doy más pienso que tiene que ver con el rollo este de Crepúsculo. Me explico. Ahora triunfan las novelitas éstas de vampiros sensibles que les gustan a las quinceañeras. Son como los vampiros, pero quitándoles todo lo que les hace interesantes: la sed de sangre, el atractivo sexual, la aversión a la luz… Y en un esfuerzo más por bastardizar todo lo vampírico los modistos, inspirados por los libracos éstos, han cogido la tradicional capa (con sus buenas solapas) y la han metrosexualizado en esta birria de chaquetilla. ¡Qué profanación! ¿Qué dirían los clásicos: Bela Lugosi, Christopher Lee…

…Brácula (also starring: Bigote Arrocet, as Jaime de Marichalar)

Nada. Que no me veréis a mí con uno de estos abrigos, hombre. Por cierto, para el que le interese el último, es de Burberry y está a muy buen precio: sólo 1.595 euros. Me los quitan de las manos, doña.

– Deploreibol

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Hace unos días se anunció que Disney compraba Lucasfilm y que entre sus proyectos estaba hacer tres pelis más de Star Wars: los episodios VII, VIII y IX. Temor y expectación a partes iguales. ¿Se profundizará aún más la caída en el Lado Oscuro, o éstas son las pelis llamadas a traer a la Fuerza larga vida y prosperidad?

Empezamos mal

Si no existieran los episodios I, II y III, este post empezaría con la palabra “Odio”: Sería para mí una herejía enredar con el legado de Star Wars. Pero como el propio Lucas profanó la saga con las deplorables películas antedichas, oye, quién sabe, hasta pueden ser buenas las que vienen. Dicho esto, algunas cosas que yo creo que se deben evitar:

NI HAMILL, NI FISHER, NI FORD

No, por favor. Mark Hamill, Carrie Fisher y Harrison Ford ya se han ganado un lugar de honor en el panteón de la ciencia-ficción con sus papeles en la trilogía original; no la jodamos metiéndolos con calzador en las nuevas películas. Existe un precedente muy claro de por qué es una mala idea traer a un actor mítico a hacer una nueva peli de una saga magnífica muchos años después: El propio Harrison Ford en ese esperpento llamado Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal.

Hasta el título es idiota

La peli ésta es un rollo, en la que presentan a Indiana Jones como un vejestorio patético (como suele hacer Hollywood con los personajes y actores mayores), llena de acción sin sentido, con un argumento demencial y con un actor joven que se supone que ha de recoger el testigo de Jones, pero que tiene menos carisma que mi primer personaje de Dungeons & Dragons.

Ah, Krognak el bárbaro. Como el buen vino, rico en matices.

No volvamos a hacer esto. Evitemos también los cameos innecesarios. Miremos para escarmentar a la última peli de Star Trek, la de 2009: Muy buena. ¿Quién sobraba? Nunca pensé que fuera a decir esto, pero sobraba Leonard Nimoy. Su personaje es el equivalente al de la tipa ésa del anuncio de lejía.

“Hola, soy tú. Vengo del futuro para decirte que un romulano loco va a destruir tu planeta, y que Neutrex Oxígeno Activo acaba con las manchas con las que otras no pueden.”

NO RESUCITAR A DARTH VADER

La última vez que vimos a Darth Vader fue en su pira funeraria en la luna de Endor. Pero ¿y si ése no fuera el final? ¿Y si un espía imperial se hubiese infiltrado y hubiese robado subrepticiamente algo de material genético del que queda en la pira? ¿Y si lo hubiese llevado a alguna instalación militar secreta, y un grupo de leales lo hubiese metido en un tanque bacta especialmente preparado? ¿Y si…? Ya sabéis dónde voy. En medio del episodio VII uno de los personajes dice “No tengo ninguna fe en este plan”. Suena una música dramática, se abre la puerta y, tachán…

“Su carencia de fe me sigue resultando molesta”

Esto, amigos, frase-tributo incluída, es algo que hay que evitar. Degrada al personaje, que ya ha cumplido su ciclo. Los episodios I a VI nos han contado la vida, caída y redención final de Anakin Skywalker. Descanse en paz. No lo volvamos a sacar. Pero si sucede lo peor y lo reviven, esperemos que por lo menos no caigan en el desastre completo, y eviten la tentación de hacer una versión “mejorada”. Esto es, “darle una vuelta” al personaje combinando por ejemplo su material genético con otro, para darle una nueva personalidad…

“Quillo, qué jartá de morir ¿Se va por aquí a Shiclana?”

…O tratar de aumentar el interés haciéndole “más”: más peligroso, más poderoso, más malvado…

“Leo en tu mente que acabas de empezarte ‘Anna Karenina’. Que sepas que se tira al paso de un tren. ¡Spoilers! Hahahahaha… mi maldad no conoce límites”.

Habréis observado mi delicadeza al no fastidiar el último de “Juego de Tronos” al que no se lo haya leído. En fin.

NO SENTIRSE LIMITADO POR EL UNIVERSO EXPANDIDO

Confieso que no sé nada de la ingente producción de novelas, cómics y demás que continúan la historia de Star Wars y que reciben el nombre de “Universo Expandido”. Me leí un libro hace mucho tiempo del que no recuerdo casi nada; sólo que había un general imperial o algo así que era capaz de conquistar a los pueblos observando su cultura y su arte: con eso conseguía saber todo lo que necesitaba sobre sus fortalezas y debilidades. Probablemente, los madrileños nos libraríamos de caer en poder de este señor si entre sus observaciones culturales incluyese la programación del Teatro Real…

“No, no conquistemos a éstos… bastante desgracia tienen ya con lo suyo…”

Bueno, que no sé nada del Universo Expandido, y por tanto no sé si hay material ahí como para sacar buenas películas. Pero lo que sí creo que debían hacer los de Disney es no sentirse limitados por lo que el Universo Expandido ha establecido. Es decir, si se les ocurre una buena idea que contradice lo de las novelas, que tiren p’alante e ignoren los libros. Si empiezas a preocuparte por la continuidad con lo que establece la novela número XXVIII sobre la bisnieta de Han Solo, no gozarás de libertad creativa suficiente como para hacer un peliculón.

La nuera del ewok Wicket es a Star Wars lo que Tom Bombadil al Señor de los Anillos

AYÚDAME, OBI-WAN KENOBI… ERES MI ÚNICA ESPERANZA…

Por último, unas palabras de esperanza y aliento para los fans de Star Wars: las pelis que vienen pueden ser buenas. La comparativa nos dice que hay motivos para el optimismo. He aquí, en forma gráfica, una proyección que me he hecho a partir de los datos recopilados con un fenómeno anterior y paralelo: Star Trek. Si los bandazos en calidad de ésta última saga sirven de modelo, después del nadir del Episodio III puede venir un repunte en calidad, igual que después de Enterprise vino la peli de 2009.

Nota para los poco friquis: la línea de canon marca la frontera a partir de la cual no es oportuno aludir al producto en cuestión como perteneciente a la saga. Frases como “la serie que más me gusta de Star Trek es Enterprise” o “Hablando de Star Wars, en el Episodio III…” son consideradas una falta de etiqueta muy grave, que pueden acarrear al infractor el ostracismo social, la expulsión de unas jornadas e incluso, en los casos más flagrantes, el lanzamiento de un dado de 20 caras contra su jeta.

Las críticas son por supuesto bienvenidas, y espero que quede claro que en ningún caso mi intención ha sido la de provocar ni polemizar tratando de sentar cátedra con afirmaciones categóricas. Dicho esto, Kirk es un capitán infinitamente superior a Picard, y el que diga lo contrario es un tarugo que debería levantar más el culo de su silla y ver mundo (igual que Picard).

– Deploreibol

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