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Lo deploro

Un tanque es la mejor solución.

Está claro que hay veces que las cosas malas vienen en pareja. Así, igual que para que haya un director de escena estafador ha de haber un director de teatro jeta que le contrate, e igual que detrás de todo personal trainer ha de haber un incauto que le dé su dinero, el binomio del oprobio se da también en las elecciones con el tándem encuesta-analista.

Acabamos de ver el sapiazo que se han dado las encuestas con las elecciones catalanas. No es precisamente la primera vez que se lo dan. Entonces ¿por qué se sigue pagando a estos tíos para que hagan pronósticos que no se cumplen? Vemos que fallan hasta en los sondeos a pie de urna, prueba de que la gente no se fía de ellos. Pues oye, si no das ni una y la gente no confía en tí… eso tiene un nombre.

Fátima Báñez

Y luego están los analistas, gente que se parece a los antedichos personal trainers o a los coach ésos en algo fundamental: no saben hacer nada útil, carecen de talentos o de aptitudes provechosos para la sociedad, y por ello se dedican a la estafa y al engaño. Y ya sé que tú conoces a uno en concreto que es muy bueno, pero eso no me vale; es la profesión la que está podrida.

Por ejemplo, me consta que este anisakis es una excelente persona, y no por ello deja de ser un repulsivo parásito

Pero lo que hace a los analistas más nocivos que los parásitos normales es su facilidad pasmosa para cambiar su discurso segundos después de que la realidad demuestre que estaban equivocados. Así, un jeta de estos que antes de las elecciones había construído su discurso sobre la hegemonía de CiU, hoy puede estar hablando alegremente de cómo ERC ha ganado porque es el original frente a la copia. Como si nada, tú; como si el lo hubiese visto venir desde el año 2005.

Ya entonces había pruebas de que Mas no era el verdadero Mesías

Y ahora, al fondo del asunto ¿Por qué nos dejamos estafar una y otra vez por encuestadores y analistas? Pues porque no se les exige responsabilidades por sus fracasos. Pero para encontrar soluciones, como siempre, podemos recurrir al ejemplo de los antiguos, que sí sabían ajustarle las cuentas a la gente por sus cagadas.

El equivalente a los encuestadores en la Antigüedad clásica eran los adivinos ¿no? Pues se podría seguir el ejemplo del cónsul Claudio Pulcro, que quería luchar contra los cartagineses y ordenó la preceptiva adivinación previa a la lucha; cuando le dijeron los adivinos antes de la batalla que los pollos adivinatorios no querían comer, resolvió el problema tirándolos al mar al grito de “¡Pues veamos si quieren beber!”. El error que cometió este ilustrado prohombre es que echó al agua a los pollos, en vez de a las personas. Cambiemos eso.

¡Hala, demoscopias! ¡A ver si aciertas el porcentaje de posibilidades de que te ahogues!

¿Y qué decir de los analistas, esos que cambian sus diagnósticos a medida que la realidad les demuestra sus errores? En ese caso habría que actuar como Perseo, último rey de Macedonia. A este señor, cuando había sido derrotado ya por los romanos, le vino un amigo a enumerarle todos los errores que había cometido. Así que el rey, diciéndole “traidor, así que has esperado para decírmelo ahora que no hay remedio”, se lo cepilló.

Conviene aclarar, dado que hablamos de la Antigüedad clásica, que en este caso “se lo cepilló” quiere decir que lo mató

Con estas recetas estoy convencido de que sólo se publicarían encuestas y análisis fidedignos. Es decir, ninguno. Qué descanso, oye.

– Deploreibol

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