July 19, 2013 Odio el teléfono móvil
Esto es como muy de cajón, pero es sólo ahora, de vacaciones, cuando estoy libre de la influencia de ese repulsivo aparatito, cuando me doy cuenta de verdad de cuánto lo odio.
Y lo descubro cuando estoy de vacaciones porque cuando voy por ahí y oigo el puto tono de Nokia, me da una reacción psiquico-física de desagrado y aversión que me recorre todo el cuerpo. Es el tono que tengo en el móvil del trabajo y, aunque no lo llevo encima (es decir, si lo oigo cuando estoy de vacaciones es el de otra persona), la reacción instintiva de odio me sale igual. Es un rollo similar al del perro de Pavlov: ya sabéis, el gilipollas ése que cuando daba de comer al perro hacía sonar una campanita, hasta lograr que el perro salivase sólo con el sonido de la campanita, sin que hubiese comida de por medio.
Es verdad que el móvil es muy práctico para algunas cosas. Por ejemplo, hasta su invención era bastante trabajoso fastidiarle el viaje al resto de los pasajeros al ir en tren o en autobús: tenías que hablar muy alto, o quitarte los zapatos y oler a pies, o algo así. Gracias al móvil, puedes joderles la vida con los sonidos del Whatsapp, hablar a gritos con tu abuela para decirle que vas a llegar puntual (¿para qué llamas, si vas a llegar a la hora prevista?) o, directamente, poner música en tu móvil pero sin usar cascos.
Pero en el ámbito laboral es donde el móvil se hace más enojoso: sólo sirve para fastidiarle la vida al trabajador con gilipolleces, y para tenerlo controlado, como una cadena invisible que le une en cualquier lugar y en todo momento con la empresa. Ya lo dijo John Stuart Mill hace mucho tiempo: los inventos supuestamente ideados para facilitar el trabajo de la gente no les ahorran ni un sólo minuto de labor, sino que acentúan su esclavitud (y las fortunas de sus jefes y de los fabricantes). Aquí está la cita.
Además, lo de la obsolescencia programada con los móviles es acojonante: al año dejan de funcionar, y te tienes que comprar otro nuevo. O, si no, sacan un modelo mejor, y te tienes que cambiar si quieres tener las últimas “apps”. Por cierto, haría un post dedicado a esta plaga de las “apps”, pero carezco de experiencia con este tipo de programas. Es que tengo una Blackberry.
Ah, si me tocase el Euromillones… me compraría una catapulta sólo para lanzar el móvil con ella.
– Deploreibol
Tags: apps, Blackberry, John Stuart Mill, Nokia, Pavlov
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