July 17, 2013 Odio los cubos de cerveza
Este invento reciente de que los bares ofrezcan, en vez de cañas, cubos con hielo y botellines dentro me pone de los nervios.
La idea es (supongo) dar bebida a un precio más económico, ofreciendo a la vez la posibilidad a los clientes de administrarse a sí mismos (“yo me tomo 3 y tú 2, y al cubo siguiente hacemos al revés”), pero no le encuentro yo ventajas, sino más bien inconvenientes:
**** LOS JÓVENES: En cuanto un sitio ofrece cubos, de inmediato se llena de jóvenes dieciochoañeros con diez euros en el bolsillo que se pasan tooooda la tarde ahí sentados, bebiendo cerveza, hablando a gritos y diciendo gilipolleces. Yo ya estoy muy mayor para aguantar ese tipo de escenarios: qué quieres, no me gusta estar tomando algo tranquilamente mientras en la mesa de al lado la Yoli le grita al Richard que de qué va. Además ¿qué es esto de que los jovenzuelos vayan a bares? Yo, cuando era muchacho, tenía la decencia de comprar unas litronas y hacer botellón, en vez de ir a los sitios a molestar a los no tan jóvenes que se están quedando calvos, hombre.
**** LAS TAPAS. En muchos de estos sitios, con el cubo te traen una tapa. Como todo el invento cuesta 5 euros, la tapa te puedes imaginar lo buenísima que está. Este es el problema de llenar los sitios con jóvenes dieciochoañeros: como no tienen discernimiento, les sirven cualquier bazofia y encima les parece estupendo, una gran cortesía por parte del local.
Por cierto, esto me lleva a lo más importante…
**** LA HUMILLACIÓN. Es que es aquí donde está el fondo de la cuestión: que te den las cosas metidas en un cubo ¿Pero qué cojones es esto de servir a humanos la bebida dentro de un cubo? ¿Qué somos, vacas? ¿Qué va a ser lo siguiente?
Por todo esto, odio el invento de los cubos de cerveza. No sé quién lo ideó, pero desde luego la cadena de cervecerías que hace del cubo su estandarte parece ser “La Sureña”. Y tal ha sido su éxito que miles de bares están copiando su fórmula hasta extremos insospechados. Y cuando digo insospechados me refiero no sólo a ofrecer cubos, o incluso a calcar la decoración con azulejos propia de esa cadena; se llega incluso a forzar los límites del copyright buscando nombres para el garito que se acerquen a esa peculiar prosodia que tiene “La Sureña”…
– Deploreibol
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Permalink # mictter (@mictter) said
No soy parte del público objetivo de tales sitios, pero hay algo que sí me gusta: es de las pocas ocasiones en que parte del gremio de la hostelería hace algo por bajar los precios del bebercio.
Nos hemos ido acostumbrando, primero a 100 pesetas = 1 euro, luego a la caña de casi dos euros (y aquí en Madrid, ¡sin pincho!), gin-tonics pijos a más de 10 euracos, y así no hay quien asome la cabeza fuera de casa, más aún en esta época tan deflacionista.
Lo veo como Ryanair: odio esa compañía y nunca viajo en ella, pero gracias a su política de precios sus competidores no pueden cobrar lo que les da la gana.
Permalink # deploreibol said
Pues tienes toda la razón. La verdad es que, mientras uno evite esos sitios pero se beneficie de su existencia, la cosa tampoco está mal. ¡Gracias, La Sureña!