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Lo deploro

Un tanque es la mejor solución.

Voy a abrir una serie, en la que incluiré retroactivamente a mi último post, que voy a llamar “observaciones rurales”, dedicada a las cosas que me llaman la atención a mí –chico de ciudad- durante estas vacaciones que paso en el campo. Como soy muy celoso de mi intimidad, no pondré el pueblo en el que estoy; haré como los escritores románticos, que ponían eso “en la ciudad de A… me encontré con el conde de V… y la marquesa de F…”.

"...y tomamos las pastas con E... A..., condesa de B... e hija de la grandísima puta"

“…y tomamos las pastas con E… A…, condesa de B… e hija de la grandísima puta.”

A pesar de que mucho me jode a mí esa costumbre decimonónica, os tengo que decir que en el pueblo de N… y en las villas vecinas es costumbre tener perros guardianes casi en cada casa, sobre todo en las que tienen corral, o ganado, o maquinaria agrícola. Pocas bromas con los perros guardianes, porque aquí vienen en dos modalidades: el mastín…

¿Perro grande u oso pequeño?

¿Perro grande u oso pequeño?

… y el perro-lobo

Que combina la constancia del perro con la rapacidad del ministro de Hacienda

Que combina la constancia del perro con la rapacidad del ministro de Hacienda

Aunque parezcan fieros, tengo que decir que lo que más me llama la atención de estos animales es su incomparable profesionalidad. Cuando te ven venir hacia la casa que ellos defienden se ponen en pie y te empiezan a ladrar de una forma peculiar, estirando el cuello, como diciéndote “aléjate de aquí”. No te quitan la vista de encima durante todo el rato, y van marcándote para asegurarse de que no te acerques, pero sin llegarse encima de ti ni resultar amenazadores. Con sus movimientos y con su lenguaje corporal marcan perfectamente el perímetro que están defendiendo, y cuando te vas alejando controlan un poco que te vayas de verdad, y vuelven de nuevo a su posición de guardia.

Esta claro que ser un guardián es una tarea hosca, que implica ladrar y gruñir a la gente, lo que no te convierte precisamente en un ser popular. Por eso encomio tanto a estos perros su profesionalidad. Hacen su trabajo sin ser amenazantes, ni más molestos que lo que su tarea les impone; si pudieran hablar, seguro que te dirían aquello de “lo siento; es mi trabajo”. Me encantan los seres así, que minimizan las incomodidades que te causan sus labores con una actitud profesional, combinando competencia con desapego.  Son como los que te cachean en el aeropuerto de Frankfurt: Tú, se ocupan de ti dos tíos, y te hacen un repaso tan rápido y tan certero que más que un control de seguridad parece un masaje.

Si vas, hazme caso y déjate las llaves en los bolsillos cuando pases el arco de seguridad, ya verás qué bien

Si vas, hazme caso y déjate las llaves en los bolsillos cuando pases el arco de seguridad, ya verás qué bien

Por eso, hay una cosa que me da mucha rabia: cuando un perro guardián te está ladrando, que salga el dueño de su casa y le chiste para que se calle. Pero hombre, ¿por qué le regañas, precisamente por hacer bien su trabajo? Me parece de una crueldad inaudita con estos animales someterles a la misma experiencia que pasamos todos los asalariados de la mierda de empresas que tenemos en España: que te amonesten por hacer las cosas bien.

"¡EH, DESGRACIADO! ¡DEJA DE HACER LAS COSAS BIEN, QUE EL GILIPOLLAS DE TU JEFE ESTÁ QUEDANDO COMO EL INÚTIL QUE ES!"

“¡EH, DESGRACIADO! ¡DEJA DE HACER LAS COSAS BIEN, QUE EL GILIPOLLAS DE TU JEFE ESTÁ QUEDANDO COMO EL INÚTIL QUE ES!”

Mi solidaridad, apoyo y respeto para el perro guardián y su ingrata tarea. Buen trabajo.

– Deploreibol

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